Escritos

miércoles, 12 de diciembre de 2012

PUES SI, SI SE PUEDE MORIR DE AMOR

La historia que conté hace unos días, ya tiene un final.
En realidad, esa historia era de un tiempo algo más atrás de lo que relaté en el panel, pero me pareció que no era importante especificar fechas concretas.
Lo cierto es que ello me ha servido para darme cuenta de una cosa. ¡Que el mundo es un pañuelo! ¡ Y que internet es grande, muy grande!. Os explico.
Después de varios días de buscar, sin éxito, a aquel individuo, de preguntar a las gentes que transitaban en aquel metro, si le conocían o le habían visto, y recibir siempre respuestas negativas por parte de todos, me decidí a publicar mi búsqueda en la página de la ciudad. Es una página donde las gentes ponen anuncios sobre cosas que venden o que buscan, y donde alguno compra o responde a alguna de las preguntas que allí se hacen. No tenía ninguna esperanza de que me respondiera nadie, pero lo hice.
Al cabo de unos días recibí un e-mail de un amigo diciéndome que había leído mi anuncio y me decía que un amigo de un conocido suyo, conoció a aquel individuo.
Me puse en contacto con mi amigo y él a su vez con su conocido y este con su amigo para poder vernos. Aquel conocido del individuo, resultó que era vecino de él y habían sido amigos.
Al hablar con él y explicarle como había visto a su vecino, me comentó que ya llevaba un tiempo así. Que la gente que lo conocía comentaba, hacía ya tiempo, que acabaría mal. Se referían a sus manías de seguir hablando con aquella mujer que ya no estaba, que parecía ser que lo había dejado por problemas que surgieron entre ambos.
Le pregunté que si sabía algo de aquella historia, y si podía explicarme algo que yo no supiera. Me comentó que el enamorado, antes de conocerla a ella, era un tipo gris, que hablaba muy poco con los vecinos, que nunca se le veía con amigos o con alguien. Que tenía una vida de lo más común, que vivía con su mujer e hijos, pero que se sabía que no estaba bien.
Cuando empezaron a verle con su amada, vieron que aquel tipo había cambiado. Saludaba a todo el vecindario, se ofrecía siempre para ayudar a cualquiera que necesitara cualquier cosa. Incluso se les había visto correr y jugar bajo la lluvia como a dos niños. Se comentaba en la tasca del barrio que vaya cambio había hecho aquel tipo. Luego habían las habladurías de siempre..... que ella estaba muy buena, que seguro se lo montaban de película en la cama, etc, etc. Pero aquel vecino contó que el enamorado, nunca hablaba de eso con las gentes, sólo decía que nunca había sido tan feliz como lo estaba siendo en aquel momento. Que estaba amando y sintiéndose querido por una reina, por su reina.
Contó también aquel vecino que, en realidad, ella era muy agradable, que hablaba con toda la gente y que contaba lo bien que estaba con él. Que con él, a pesar de ser adulta ya cuando se conocieron, había conocido el amor. Que a veces creía estar en el cielo, cuando estaba con él.
Sobre el desenlace de aquella historia no pudo contarme mucho. Decía que un buen día observaron que ya hacía tiempo que ella no aparecía y que él siempre salía solo. Un día quisieron invitarle a tomar algo para saber de ella, pero él les contestó que no podía, que tenía que preparar la cena para los dos.
Pocas semanas después, cuando llegaron las fiestas del barrio, este vecino precisamente, le comentó, al encontrárselo por la escalera, que al día siguiente podían verse las dos parejas e ir a tomar algo juntos, Nuestro enamorado le respondió, sonriente y contento, que de acuerdo, que pasaría por unos grandes almacenes para regalarle un precioso vestido a su reina y así presumir de su belleza.
La sorpresa fue para este vecino y su esposa, y algunos vecinos más, cuando vieron llegar a aquel tipo hablando y riendo con alguien que no existía. Le vieron venir parándose en todas las paradas de la feria y comentando lo guapo que estaba todo con aquella persona que nadie veía.
Cuando le preguntaron dónde estaba su pareja, pidió disculpas por haberse quedado en medio ocultándola, y apartándose a un lado la mostró diciendo que si les gustaba con aquel vestido que le había regalado.
La gente no supo que contestarle. Sólo le preguntaban si se encontraba bien, que si necesitaba hablar con alguien, a lo que él respondía que se encontraba en la gloria, que hablaba mucho y de todo con su amada.
A partir de ese momento, el vecino, que se consideraba su amigo, empezó a observarlo para  ver como lo podía ayudar. Observo detalles en las compras que hacia aquel que demostraban que realmente compraba para dos personas. Observo, también, que regularmente, cuando colgaba la colada, habían prendas femeninas.
El vecino, preocupado por aquella realidad tan irreal, decidió hablar con él, quería decirle que no podía seguir así, que las gentes ya empezaban a murmurar y que acabaría teniendo problemas, que debía darse cuenta de que ella ya no estaba y que debía de rehacer su vida conforme a la realidad.
Cuando se atrevió a decírselo, me contó, que el enamorado le miró extrañamente, que su mirada, en un principio delató rabia, pero que al momento su mirada se endulzó y que sonriendo le dijo (más o menos): “Buen amigo, como alguien escribió, prefiero mi locura dentro de mi cordura que vuestra cordura dentro de vuestra locura. Amigo, sigue siéndolo y celebra mi felicidad porque mi amada sigue conmigo por siempre. Habla a los demás de lo feliz que me siento y da, como ejemplo del buen amor, el que yo siento y estoy viviendo”.
Después de esto, su amigo no intentó más el desengañarlo, todo lo contrario. Siempre que lo veía, le preguntaba por ella y le daba recuerdos para su amada. Creía que así le hacía ver a su amigo que estaba con él, que entendía el amor que sentía.
Me comentó, también, que poco a poco, el enamorado fue abandonándose, que empezó a ir por la calle siempre cabizbajo y que ya no se le veía sonreír casi nunca. Un día, cuando se cruzaron en la entrada del edificio, se le ocurrió preguntarle que qué le pasaba y le contestó que estaba preocupado por su reina, que ésta apenas comía, o mejor dicho que no comía nada.
Fueron viendo como aquel hombre iba perdiendo toda su energía, andaba por la calle arrastrando los pies. Se le veía que estaba agotado, que ya no se cuidaba. Posiblemente tampoco él comía mucho. Una noche, el amigo subió a casa del enamorado, llamó a la puerta y al aparecer éste le dijo que si le apetecía bajar, les invitaba a cenar y de paso charlar un poco. El enamorado le contestó que su reina estaba acostada porque se sentía mal pero que le agradecía el detalle.
Pocos días después, una tarde llamaron a su puerta y al abrir vio que era el enamorado. Este le dijo que habían decidido cambiar de residencia, que iban a buscar algún lugar donde su reina se encontrara mejor y recuperara el apetito, le dio las llaves de su casa y le dijo que más tarde pasaría alguna mudanza a recoger sus cosas. Se despidió de él con un “Adiós amigo, hasta siempre”, al irse vio que llevaba una rosa roja en la mano como de regalo.
Al día siguiente se enteró de que habían encontrado a su vecino sentado en un banco de la glorieta del centro. Allí fue donde el enamorado vio por primera vez a su reina, aquel era el lugar donde aquel tipo, después de tantos desengaños vividos y cuando ya estaba convencido de que su corazón ya no sentía, sintió como le daba un vuelco el corazón y latía tan fuerte que sentía sus palpitaciones en todo el cuerpo. En aquel mismo sitio donde lo encontraron supo, un día, nuestro enamorado, que era capaz de volver a amar, cuando sus ojos vieron aquellos preciosos y grandes ojos azules de su reina.
Contó que se quedó allí sentado, entre sus piernas, las manos sujetando la rosa roja y una nota que decía “Por fin hemos encontrado nuestro paraíso, mi reina: la eternidad. Hacía allí vamos”. Decían que su cara se veía iluminada por una leve sonrisa. Los médicos dijeron que había muerto por inanición y una fuerte depresión emocional que arrastraba desde hacía tiempo.
Su amigo me dijo que no murió ni de inanición ni de depresión, que murió porque quiso morirse para ir con su amada a un lugar mejor. Me vio tan afectado por aquella historia que, después de sacar unas cajas de un armario y quedarse pensando un rato, me las entregó diciéndome: “Son fotos y cartas de la amada de mi amigo. A él le gustaría que las conservara un hombre como usted. Gracias”.
He visto sus fotos y leído sus cartas. Realmente es un amor ejemplar. En ellas se respira paz desde la primera carta. Las fotos irradian luz, tiene ángel. ¿Pero que debo hacer con ellas?. Esa mujer existe en algún lugar. ¿La busco para devolvérselas y decirle que su amado la espera en la eternidad?. No sé que acabare haciendo.
Tan sólo sé, ahora que PUES SI, SI SE PUEDE MORIR DE AMOR.

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