Escritos

miércoles, 12 de diciembre de 2012


Hoy quiero confesarme. Como alguien cantó, “Hoy quiero confesar que estoy algo cansada de llevar esta estrella que pesa tanto”. No no no. Jajajajaja. Folklóricas no, por favor.
No. Voy en serio, aunque es cierto que hay días que me noto algo cansado. Quiero confesarme sobre esos escritos que, a veces publico, tan largos, y pesados, tal vez, para algunos. Quiero aprovechar para daros las gracias a quienes, con vuestros comentarios, me animáis para que siga publicando escritos de ese tipo. Pero debo deciros algo, tanto a los que escribís en esas publicaciones, como a los que, simplemente, marcáis el “me gusta”.
No es de ahora, o de hace poco, que tenga la afición de escribir. Algunos de los que estáis aquí, en mi muro, ya habíais leído alguna de mis publicaciones, hace bastantes años. Pues bien, mi afición a escribir me viene, incluso, de muchos años antes que esos escritos. Joder, si llevo mi memoria hasta mis primeros escritos, ¡y cuento más de cuarenta años!.
A lo largo de todo este tiempo, mis relatos han ido cambiando de fondo. Creo que es normal. La vida, supongo que como a mucha gente, me ha ido dando bastantes palos. Son esos palos los que han dado pie a algunos escritos, en los últimos años, con un fondo algo triste. Pero no siempre fueron así. Recuerdo que mis primeros escritos, con 15, 16 y hasta los 20 años, eran muy diferentes.
En aquel tiempo vivíamos una situación muy diferente. Estábamos bajo una dictadura. En mi tierra hasta se nos prohibía hablar, en público, nuestro idioma, el catalán. Y, como no, mis escritos trataban sobre lo que estaba viviendo. Se podrían considerar escritos políticos, aunque, debido a la dictadura, no podía publicarlos como ahora. Debía de ocultarlos por mi seguridad.
En mi familia, por ejemplo, sólo los conocía mi madre, el/la mejor amig@ que he tenido. Ella siempre era la primera en leer cualquier escrito mío, o en escucharme mientras se los leía. Ella fue quien me aconsejó que no lo supiera nadie más de la familia, que aquellos escritos debían ir dirigidos a gentes que no necesitaban conocerme. Después de algunos años, adiviné por que a mi madre siempre se le anegaban los ojos con aquellos escritos. Ella, que había vivido más que yo, sabía que aquel ideal que proclamaba en todo lo que escribía, era inalcanzable. Sin embargo, siempre me animó a que no me rindiese nunca, y que lo mantuviera como la meta a alcanzar. Sigo siendo fiel a aquellas palabras, sigo manteniendo mi ideal.
Aparte de mi madre, había poca gente más que conocieran aquellas “cosas” mías. Recuerdo a unos compañeros que tenían una emisora de radio clandestina. Algunas veces había montado con ellos en un land-rover y nos echábamos al monte para, desde un lugar seguro, transmitir mis escritos. Ellos me decían que mis palabras ayudarían a concienciar a la clase trabajadora de todos los derechos que se nos estaban negando. Y también había tres compañeros más, compañeros a muerte. Ellos iban conmigo a todas partes. Eran mis ojos, mis oídos, cuando asistíamos a encuentros clandestinos de trabajadores. Ellos me protegían mientras yo leía mis “panfletos subversivos” (como los denominaba el poder). Que ignorante era aquel poder. ¿Cómo se podía denominar “panfleto” a un escrito, que se tardaba en leer, algunos, varias horas?. Aquello eran declaraciones, en toda regla, de cómo se estaba viviendo en el país. Eran declaraciones de los derechos que debíamos tener como trabajadores. No éramos siervos, no éramos maleantes, sólo exigíamos nuestros derechos. Reivindicábamos un trato justo, un pago razonable, una seguridad mínima en nuestros puestos de trabajo, una vida digna. También fueron mis guías, cuando en las manifestaciones, después de leer mis mensajes, lanzábamos molotovs a los grises, y debíamos huir corriendo.
Fueron buenos tiempos. Aquellos escritos eran constructivos. Ahora sólo escribo sueños, ideas, pero tengo la sensación de que no construyo nada en el corazón de los demás. Será el cansancio. Estoy cansado de vivir en un sistema donde hay unos seres privilegiados, los gobernantes, los cuales, en vez de ser un ejemplo para todos, son los más corruptos que puedas hallar.
Si pudiera volver a escribir como antes, si pudiera volver a arrastrar a las masas para rebelarnos contra todos los poderosos, habría valido la pena este cansancio, pero, tal vez sea cierto que mi ideal es inalcanzable.
Os aseguro que firmaría ahora mismo, el cambiar el resto de mis días por vivir, un solo día, el país que he soñado. Y no lo digo para ser un mártir, no creo en esas chorradas. Lo digo para que mis hijos, mis nietos, la juventud en general, pudiera vivir la vida según mi sueño. No quiero alargarme más, no puedo, estoy cansado. Salud a tod@s.

No hay comentarios:

Publicar un comentario